lunes, 4 de marzo de 2013

Cochecitos en cinco piezas

El señor Pieter van der Siege, director del sector de relaciones humanas de la empresa Tryumph de Ciudad Gris decidió organizar una actividad para crear una cierta unidad y un cierto entendimiento entre los cinco trabajadores de su departamento. El juego consistía en que cada uno de los integrantes tuviese que construir un coche con cinco piezas diferentes. Cada uno tenía a su disposición cinco piezas iguales que representaban una parte del coche: uno tenía las ruedas, otro el motor, otro las luces, etc.… Y juntos tenían que, mediante acuerdos e intercambios de piezas, construir su propio coche. Fue un desastre. Cada uno intentó hacerlo por su cuenta, intentando trueques absurdos o injustos. Unos consiguieron más piezas que otros, verbigracia pedían dos carrocerías por un motor, y así solo la minoría consiguió casi construir el cochecito (parecía una representación fallida del modelo económico de David Ricardo).

Esta situación es perfectamente comparable a la de los ciudadanos que tienen un derecho y un deber a la participación ciudadana en la sociedad, teniendo en cuenta que los deberes de unos son los derechos de otros y viceversa, y que también cada individuo es libre de participar en la sociedad a su manera: cada uno es libre de elegir qué deberes cumple y qué derechos se permite. En esta actividad se suponía que cada uno de los participantes tenía que conseguir montar un coche. Cada integrante tenía derechos: las piezas que recibía del intercambio, y tenía sus deberes: las piezas que daba a los demás para que también pudiesen construir un coche. En una democracia perfecta, cada persona tiene la misma cantidad de derechos y deberes que los demás, es decir, cada trabajador de Tryumph hubiese intercambiado equitativamente, y hubiese conseguido construir su propio coche. En una soberanía perfecta, uno solo posee todos los derechos y el resto solo tienen deberes, esto es, cuatro trabajadores hubiesen dado todas las piezas a uno en particular, y este hubiese guardado los cinco coches para él. Durante la actividad de Pieter, cada uno buscó su beneficio, se podría situar entre los dos extremos descritos, en una sociedad liberalizada (sobre todo económicamente). Y así es, en nuestra sociedad, el objetivo del individuo es triunfar: ir a la universidad, graduarse con un máster, casarse, tener dos hijos y vivir en un barrio satélite de Ciudad Gris, en otras palabras, tener más derechos que deberes, y sobre todo más derechos que los demás gracias al dinero que estructura nuestra sociedad (porque lamentablemente en nuestra sociedad se ha confundido tener derechos con poseer dinero). En suma, para triunfar en nuestra sociedad hay que dejar los deberes en un segundo plano.

Y es curioso ver que la escuela, el lugar donde se forman las futuras generaciones, donde desde el principio nos enseñan a ser respetuosos, a cumplir nuestros deberes y así valer nuestros dignos derechos, es también el lugar donde nos enseñan el senderito del triunfo. Pensé en aquellos pocos niños rebeldes que desde el principio, en la maternal "se portaron mal" y me pregunté, si realmente eran mejores los cinco ''triumfadores'', en sus altos puestos que no supieron ni siquiera montar cinco cochecitos. [Incongruente: yo mientras critico esta contradicción también voy a la escuela y también me veo confinado a encaminarme en la vía del triunfo].

Es inevitable que algunos individuo tengan más derechos y menos deberes que otros. Lo comprobamos en la actividad de Pieter y en la vida cotidiana, la libertad es perjudicial para algunos que se ven limitados en derechos y es benigna para otros. Si queremos que en nuestra sociedad la ciudadanía sea un derecho y un deber de cada individuo, si queremos que a la hora de llevar a cabo el ejercicio de Pieter, no se disputen tontamente cinco hombres por unas piezas, ha de cambiar nuestra concepción del triunfo.

T.B.R

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